Aida
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Aida – Giuseppe Verdi
Ópera | Contemporánea
Duración: 3 horas y 35 minutos, con dos intermedios
Idioma: Italiano
Sobretítulos: Húngaro, Inglés, Italiano
Los vulnerables protagonistas de Aida enfrentan un doloroso dilema moral: ¿a qué deben ser leales? ¿A su patria? ¿A su familia? ¿O a su amor?
La historia de esta ópera nace de la guerra, no solo en su creación, sino también sobre el escenario. Los sonidos de la guerra resuenan en el relato de la princesa etíope cautiva, su rey y el comandante egipcio derribado por amor. Aunque Egipto obtiene una victoria pírrica, ese triunfo tan anhelado lleva a la ruina a todos los que lo desearon.
Es una historia sobre la guerra, un tema tan antiguo como la humanidad misma y que seguirá existiendo mientras exista nuestra especie. La guerra decide sobre la vida o muerte de millones, separa a familias y amantes, y atraviesa a los países en conflicto y a sus pueblos, sin importar su estatus ni rango, del faraón al esclavo.
Pero hay algo que nunca puede ser vencido: la pureza del alma.
Restricción de edad: La función no se recomienda para menores de 16 años.
Argumento
Acto I
Escena 1: Un salón en el palacio del Rey; a través de la puerta trasera se ven las pirámides y los templos de Menfis
Ramfis, el sumo sacerdote de Egipto, le dice a Radamés, el joven guerrero, que la guerra con los etíopes parece inevitable, y Radamés expresa su esperanza de ser elegido como comandante egipcio. (Ramfis, Radamés: Si, corre voce I'Etiope ardisca / "Sí, se rumorea que Etiopía se atreve de nuevo a desafiar nuestro poder").< Radamés sueña tanto con obtener la victoria en el campo de batalla como de Aida, la esclava etíope a la que ama en secreto. Canta «("Celeste Aida")». Se trata de una página en cuyo recitativo «se quel guerrier io fossi» oímos al militar que espera ser designado caudillo de su pueblo en la guerra contra los etíopes. Luego se expresa el enamorado: la gloria que anhela le servirá para coronar a Aida y subirla a «un trono junto al sol». Aida, que está también en secreto enamorada de Radamés, es la hija capturada del rey etíope Amonasro, pero sus captores egipcios no son conscientes de su verdadera identidad. Su padre ha invadido Egipto para liberarla de la esclavitud.
Amneris, la hija del rey egipcio entra en el salón. Ella también ama a Radamés, pero teme que su corazón pertenezca a alguien más (Radamés, Amneris: Quale insolita gioia nel tuo sguardo / "En tu mirada veo una alegría insólita").
Entonces aparece Aida y, cuando Radamés la ve, Amneris se da cuenta de que él parece perturbado. Ella sospecha que Aida puede ser su rival, pero es capaz de esconder sus celos y se acerca a ella (Amneris, Aida, Radames: Vieni, o diletta, appressati / "Ven, querida mía, acércate").
El rey entra, junto con el Sumo Sacerdote, Ramfis, y toda la corte del palacio. Un mensajero anuncia que los etíopes, liderados por el rey Amonasro, marchan hacia Tebas. El rey declara la guerra y proclama a Radamés para ser el hombre elegido por la diosa Isis como líder del ejército (El rey, Mensajero, Radamés, Aida, Amneris, coro: Alta cagion v'aduna / "Oh el destino se cierne sobre Egipto"). Al recibir el mandato del Rey, Radamés se encamina al templo de Ptah para tomar las armas sagradas (El rey, Radamés, Aida, Amneris, coro: Su! del Nilo al sacro lido / "¡Arriba! Del sagrado río Nilo, guardad las orillas").
La escena finaliza con Aida sola en el salón, cantando Ritorna vincitor / "Regresa vencedor", en la que se siente dividida entre su amor como hija, la lealtad a su país y el amor por Radamés, haciendo suyas las palabras con que los egipcios saludan a Radamés, recién nombrado general del ejército, deseándole la victoria. Ella también quiere el éxito de su amado y supone, al tiempo, la derrota de su padre Amonasro, rey de los etíopes. Amor y deber patrio luchan en el corazón generoso de la angustiada joven, que al final de la página ruega compasión a los dioses («Numi, pietà»).
Escena 2: Dentro del Templo de Ptah
En el templo de Ptah, en Menfis, los sacerdotes invocan la ayuda de los dioses a través de solemnes ceremonias y danzas (Suma Sacerdotisa, coro, Radamés: Possente Ftha...Tu che dal nulla / "Oh, todopoderoso Ptah."), a lo que sigue el nombramiento de Radamés como jefe del ejército. (Suma Sacerdotisa, coro, Radamés: Immenso Ftha .. Mortal, diletto ai Numi / "Oh todopoderoso, ¡cuida y protege!"). Todos los que están presentes en el templo rezan por la victoria de Egipto y la protección de sus guerreros (Nume, custode e vindice/ "Escúchanos, oh deidad guardiana").
Acto II
Escena 1: Sala privada de Amneris
Se desarrollan danzas y música para celebrar la victoria de Radamés (Coro, Amneris: Chi mai fra gli inni e i plausi / "Nuestras canciones alaban su gloria"'). Sin embargo, Amneris aún duda sobre el amor de Radamés y se pregunta si Aida está enamorada del joven guerrero. Intenta olvidar sus dudas, entreteniendo su corazón preocupado con la danza de esclavas moras (Coros, Amneris: Vieni: sul crin ti piovano / "Venid, vosotras de mechones largos y sueltos").
Cuando Aida entra en la cámara, Amneris pide que todo el mundo se marche. Se produce el enfrentamiento entre Aida y Amneris: la princesa egipcia interroga con astucia a la esclava que, involuntariamente, descubre su amor por Radamés. (Amneris, Aida: Fu la sorte dell' armi a' tuoi funesta / "El resultado de la batalla fue cruel para tu pueblo..."). El contraste entre las tesituras de las dos voces (soprano y mezzosoprano), la sutilezas de la orquestación y el empleo de los temas musicales asociados a los dos personajes son elementos manejados por Verdi de modo admirable. D.: En la sorte dell'armi [La suerte de las armas] Amore! Amore!; E vero, io l'amo; Alla pompa; Numi, pietà [¡Amor, amor!; Es cierto, lo amo; A la pompa; Dioses, piedad].
Esta confesión encoleriza a Amneris, quien se revela como su rival y planea vengarse de Aida. Ignorando las peticiones de Aida, (Amneris, Aida, coro: Su! del Nilo al sacro lido / "¡Arriba! en las orillas sagradas del Nilo") Amneris la deja a solas en la cámara.
Escena 2: La gran puerta de la ciudad de Tebas
Radamés regresa victorioso y las tropas marchan dentro de la ciudad. Se desarrolla una escena de enorme espectacularidad que sirve de justificación a colosales montajes. El coro inicial (Gloria all'Egitto, ad Iside / "Gloria a Egipto, ¡a Isis!") fue adoptado por el jedive que encargó la ópera a Verdi como himno nacional, y se ha convertido en uno de los pasajes corales más representativos de la época.
El rey de Egipto decreta que en este día el triunfante Radamés puede tener lo que desee. Los cautivos etíopes están reunidos y Amonasro aparece entre ellos. Aida inmediatamente se aproxima a su padre, pero sus verdaderas identidades aún son desconocidas para los egipcios, excepto por el hecho de que son padre e hija. Amonasro declara que el rey etíope (él mismo) ha resultado muerto en la batalla. Aida, Amonasro y los etíopes capturados ruegan al rey egipcio que se apiade de ellos, pero los egipcios piden su muerte (Aida, Amneris, Radamés, el rey, Amonasro, coro: Che veggo! .. Egli? .. Mio padre! .. Anch'io pugnai / "¿Qué veo?.. ¿Es él? ¿Mi padre?").
Como recompensa por parte del rey, Radamés le ruega que no mate a los prisioneros y los libere. Agradecido, el rey de Egipto declara que Radamés será su sucesor y el prometido de su hija (Aida, Amneris, Radamés, el rey, Amonasro, coro: O Re: pei sacri Numi! .. Gloria all'Egitto / "Oh Rey, por los dioses sagrados..."). Aida y Amonasro permanecen como rehenes para asegurar que los etíopes no se vengarán de su derrota.
Acto III
Se dicen oraciones (Coro, Ramfis, Amneris: O tu che sei d'Osiride / "Oh tú que perteneces a Osiris...") en la víspera del matrimonio entre Amneris y Radamés en el Templo de Isis. Fuera, Aida espera encontrarse con Radamés tal como habían planeado (Aida: Qui Radames verra .. O patria mia / "Oh, ¡mi amada patria!"), en la que la joven recuerda su tierra natal, que nunca volverá a ver. Esta romanza no figuraba en el estreno de El Cairo y Verdi la escribió para la soprano Teresa Stolz.
La inspiración de Verdi y su talento como orquestador y dramaturgo alcanzan en el acto tercero un punto culminante. Casi todo el acto está dominado por Aida, casi omnipresente, lo que plantea a su intérprete un arduo problema: dos espléndidos y largos dúos —con su padre primero y con Radamés después— someten a durísima prueba su capacidad musical y su preparación técnica.
Amonasro aparece y obliga a Aida a que averigüe a través de Radamés dónde se encuentra el ejército egipcio (Aida, Amonasro: Ciel, mio padre! .. Rivedrai le foreste imbalsamate / "¡Cielo, padre mío!... De nuevo tienes que ver."). Cuando él llega, Amonasro se esconde detrás de una roca y escucha su conversación.
Radamés confirma que Aida es la persona con la que se casará (Pur ti riveggo, mio dolce Aida .. Nel fiero anelito; Fuggiam gli ardori inospiti .. La, tra foreste vergini / "Te veo de nuevo, ¡mi dulce Aida!"), y Aida lo convence para huir al desierto con ella.
Para que sea más fácil escapar, Radamés propone que usen una ruta segura sin ningún temor a ser descubiertos y también revela el lugar donde su ejército ha decidido atacar. Al oír esto, Amonasro sale de su escondite y revela su identidad. Radamés se siente deshonrado. Al mismo tiempo Amneris y Ramfis dejan el templo y, al ver a Radamés con su enemigo, llama a los guardias. Amonasro y Aida intentan convencer a Radamés de que se escape con ellos, pero él lo rechaza y se rinde a los guardias imperiales.
Acto IV
Escena 1: Salón en el Templo de la Justicia. A un lado está la puerta que lleva a la celda de la prisión de Radamés.
Destaca la gran escena de Amneris, empieza con ella cantando sola (L'aborrita rivale a me sfuggia / "Mi odiada rival se ha escapado") desea salvar a Radamés. Dice que se lo lleven y entonces sigue la escena con ella y Radamés. Le pide a Radamés que niegue las acusaciones, pero Radamés lo rechaza. El joven, traidor involuntario a su patria y sin posibilidad de recuperar a Aida solo desea morir. Seguro de que, como castigo, será condenado a muerte, Amneris le pide que se defienda, pero Radamés lo rechaza firmemente. Él se siente aliviado al saber que Aida aún está viva y confía en que ella haya llegado a su propio país (Amneris, Radamés: Gia i Sacerdoti adunasi / "Ya los sacerdotes se están reuniendo"). Amneris se siente herida por su decisión.
Sigue el juicio de Radamés, que tiene lugar fuera del escenario; él no responde a las acusaciones de Ramfis y es condenado, mientras Amneris, que continúa en escena, ruega a los sacerdotes que muestren su piedad. Lo sentencian a morir enterrado vivo, y entonces Amneris llama a los sacerdotes de Isis «tigres sedientos de sangre» (Escena del juicio, Amneris, Ramfis y coro: Ahime! .. morir mi sento / "Ay... Siento la muerte").
Escena 2: La porción inferior del escenario muestra el subterráneo en el Templo de Ptah; la porción superior muestra el primer piso del templo.
Radamés ha sido llevado al subterráneo del templo y sellado en una oscura bóveda, está enterrado vivo. Cree que está solo y confía en que Aida esté en un lugar más seguro. Pero oye un suspiro y descubre en la tumba a su amada, quien se ha escondido en la bóveda para morir con Radamés (Radamés y Aida: La fatal pietra sovra me si chiuse. / "La piedra fatal ahora se cierra sobre mí"). Aceptan su terrible destino, unen sus voces en el célebre «O terra, addio» (Radamés: Morir! Si pura e bella / "¡Morir! ¡Tan pura y bella!") y se despiden de la tierra y sus penas.
Por encima de la bóveda en el templo de Ptah, Amneris, impotente y profundamente dolorida, implora a Isis para que su adorado Radamés pueda descansar en paz, ignorando que en su tumba Aida lo acompañará eternamente. En el subterráneo, Aida muere en los brazos de Radamés. (Coro, Aida, Radamés, Amneris: Immenso Ftha / "Todopoderoso Ptah").
Programa y reparto
Director de orquesta: Martin Rajna
El rey de Egipto – Krisztián Cser
Amneris, su hija – Ildikó Komlósi, Erika Gál
Aida, princesa etíope – Eszter Sümegi, Csilla Boross
Radamès, capitán de la guardia – Boldizsár László, Adorján Pataki
Ramfis, sumo sacerdote – Géza Gábor
Amonasro, rey de Etiopía – Michele Kalmandy, Alexandru Agache
La sumo sacerdotisa – Melinda Heiter
Un mensajero – Barna Bartos
Con la Orquesta y Coro de la Ópera Nacional de Hungría, junto con las acróbatas aéreas de Vincze Tünde Production y los acróbatas de New Step Fitness
Director: János Mohácsi
Diseño de escenografía: Zsolt Khell
Diseño de vestuario: Kriszta Remete
Coreografía: Johanna Bodor
Experta en circo, coreógrafa: Tünde Vincze
Dramaturgo: Enikő Perczel
Traducción al húngaro: Judit Kenesey
Director de coro: Gábor Csiki
Ópera Nacional de Hungría
¡INFORMACIÓN EN CASO DE CASA LLENA!
Si todos los asientos están agotados para el tiempo seleccionado, pero aún desea ver nuestra producción ese día, comenzaremos a vender 84 de nuestros asientos de pie extremadamente asequibles 2 horas antes del inicio de la función, con los que podrá visitar el Galería en el 3er piso. Las entradas se pueden comprar en la taquilla del Teatro de la Ópera y en nuestra interfaz en línea. Nos gustaría llamar su atención sobre el hecho de que el escenario solo se puede ver de forma limitada desde los lugares de pie y los asientos laterales, pero al mismo tiempo, el seguimiento de la actuación también cuenta con el apoyo de la transmisión de televisión en el lugar.
La Ópera de Budapest (también Opera Nacional de Hungría, en húngaro Magyar Állami Operaház) es uno de los grandes edificios de ópera europeos y una de las mejores acústicas del mundo. Es sede de la Ópera Estatal de Hungría y se ubica en la sección Pest de Budapest en la calle Andrássy 22.
Diseñado por Miklos Ybl el teatro en forma de herradura fue abierto en 1884 en presencia del Emperador Francisco José I y albergó una capacidad para 2400 espectadores, en su momento rivalizó con la Wiener Staatsoper (Opera de Viena).
Fue remozado y reducido en capacidad en 1980, actualmente posee una para 1289 espectadores.
El compositor y director Gustav Mahler fue director artístico del teatro en 1887-1891 iniciando una era dorada a la que se sumaron Richard Strauss, Wilhelm Furtwängler y Otto Klemperer (1947-50)
La orquesta residente es la Orquesta Filarmónica de Budapest.
El segundo teatro de ópera de la ciudad es el Teatro Erkel, más grande y donde se alterna ballet, concierto y ópera.
El ministro de interior en 28 de abril de 1874 encomendó de la carta que prepara los planos. Las condiciones fueron que las piernas son de la roca y las esculturas que adornan el edificio también. En el ático construyeron cuenca del embalse. Ellos climatizaron con la estufa. Todo el edificio en 1895 reorganizaron la luz eléctrico. Habían problemas financieros con la construcción. Desde 1879 al año máxima 200000 Forint pueden utilizar.